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martes, 21 de octubre de 2008

Cuzco: Lugares que no te puedes perder.


Coricancha:


El Coricancha, “recinto de oro”, Templo del Sol, quizá no llegó a ser el más grande ni el más imponente de los edificios construidos por los incas, pero fue por tratarse del Templo del Sol, el más venerado y respetado. Cuenta el conquistador Diego de Trujillo que cuando él y sus compañeros quisieron entrar al lugar para examinar sus riquezas, un personaje regiamente vestido les dijo que para ello antes deberían haber ayunado, estar descalzos y llevar una carga en la espalda en señal de humildad. Concluye su relato refiriendo que los españoles no hicieron caso a la advertencia y forzaron su entrada al Templo. Aquel personaje pudo ser el wilaq umu, sacerdote mayor del culto Inca, o su representante.


Cómo llegar

Es conveniente acceder al Templo desde la Plaza Mayor por el Callejón de Loreto, Intiqhicllu, cruzar la calle Maruri y dejando Pucamarca a la izquierda, avanzar por Pampa del Castillo. A la derecha, en esa calle no había edificaciones en tiempos Inca, una serie de andenes bajaba hasta el río y era una chacra llamada Mancochuqui, dedicada a Huanacauri, la huaca mayor de los incas.

Intipampa
La ruta conduce a una plaza alargada donde está la iglesia de Santo Domingo. Ese espacio era Intipampa, la plaza o llano del Sol, unos doce metros más ancha de lo que es ahora, porque los constructores de la iglesia colonial lo redujeron para levantar su templo.


Macchu Picchu - El Tesoro de los Incas

Cusco Macchu Picchu
Perú es uno de los países que reúnen algunas de las mejores maravillas naturales que existen en la Tierra: el lago navegable más alto del mundo, el Titicaca, algunas de las selvas mejor conservadas, y el cañón más profundo del mundo, el Cotahuasi, pero sobre todo, hablar de Perú es hablar del Macchu Picchu, de un mito que se hizo realidad en 1911 cuando Bingham lo descubrió; es hablar de cientos de leyendas; es hablar de toda una cultura, la inca, tan misteriosa como desconocida, hablar del Macchu Picchu es hablar de un auténtico Tesoro en piedra, oculto en lo más profundo de las entrañas de la Cordillera de los Andes, allá donde el río Urubamba da origen al Valle Sagrado de los Incas y así, entre piedras, entre agua, entre nubes, la historia del Macchu Picchu se entronca con la leyenda.

Esta maravilla es un asentamiento que los Incas construyeron durante el siglo XV, al parecer como mausoleo para Pachakuteq, el fundador del imperio Tawantinsuyu. Esta ciudad mausoleo presenta grandes edificaciones de piedra que se reparten entre el barrio alto o Hanan y el bajo o Hurín. En el barrio alto nos encontramos el Templo del Sol, algunos palacios y sobre todo, el Intihuatana, un monumento desconocido del que no se sabe bien si es un altar, un reloj solar o un observatorio astronómico. En la parte baja se concentran las edificaciones más pobres, casas, talleres… Entre la parte alta, la considerada “santuario” y la baja, hay conexiones en forma de caminos y estrechas callejas, casi siempre en forma de escalinatas, que se entrecruzan en las conocidas terrazas. Un muro parecía rodear y separar a la parte de los edificios y templos donde se celebraban los ceremoniales.

Pero quizás, la parte más impresionante, se encuentre en la zona norte del Santuario, en la parte alta de la ciudadela. Detrás de la roca sagrada, hay una escalinata que sube hasta el Wayna Picchu, la Montaña Joven. Merece la pena el esfuerzo de atravesar la colina conocida como Uña, y trepar por los difíciles escalones tallados en la misma montaña, para alzarse en la cima, y admirar desde allí el bellísimo paisaje que se extiende a nuestros pies. Allí, a una altura de 2720 m. sobre la piedra labrada de la “Silla del Inca”, veremos extendidos a nuestros pies todo el santuario del Macchu Picchu como si se tratara de una estampa fotográfica robada al tiempo; y mucho más abajo, todo el cauce del río sagrado del Urubamba y los valles y quebradas que forman la Cordillera de los Andes. Ahí entendemos el verdadero concepto de lo que es la belleza de este sublime monumento, sentados, sintiendo el frescor del aire puro en nuestra cara, sumergidos en un silencio sagrado, nos dejamos llevar para fundirnos como un solo ser con la Naturaleza.

Para llegar hasta el Macchu Picchu, el sistema más cómodo es mediante el tren que nos llevará desde Cuzco hasta el pueblo de Aguas Calientes. Cuatro horas de viaje en el que cruzaremos por impresionantes paisajes, y en el que veremos cómo, en su subida, vamos dejando a nuestro pies la ciudad imperial de Cuzco. El coste de este tren, es, a fecha de hoy, de unos 33 dólares. Una vez en Aguas Calientes, habremos de tomar uno de los autobuses que continuamente parten hacia el santuario. Tras unos 20 minutos de tortuoso camino, nos encontraremos a las puertas del Macchu Picchu donde habremos de pagar los 12 soles que cuesta la entrada.

Pero para los más aventureros, existe un sendero, ”el Camino de los Incas”, jalonado por multitud de refugios, santuarios antiguos y ruinas incas, y que forma parte de una extensa red de caminos que surcaban todo el imperio inca. Una ruta senderista parte desde Cuzco y puede durar unos cuatros días, tiempo durante el cual podremos admirar los paisajes andinos que lo rodean, mientras ascendemos entre la niebla hasta llegar al Macchu Picchu a través de “la Puerta del Inca”. No obstante, hay una opción más corta de unos 50 kms. que parte de Aguas Calientes.

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